Tengo esta receta pendiente desde que participé en la Gran Final del Campeonato “Demos la vuelta al día”.
A pesar de que no gané, creo que la receta es muy buena y me apetecía compartirla, así como explicar algunos detalles.
Para empezar, que le debo dar las gracias a María, compañera de trabajo que, además de aguantarme a diario, tuvo a bien brindarme esta tremenda receta que espero no haber estropeado mucho al aportarle mi toque (el “rocanrol” que dijo una chica que me entrevistó; parece que estamos muy rocanroleros últimamente).
Para continuar, quería contaros por qué elegí este plato. Cuando me planteé qué receta llevar a la final decidí desde el primer momento que sería algo en lo que el sabor fuese el protagonista. Para mí el langostino, ingrediente fundamental en la receta, es aroma, color y sabor. El sabor lo tenía gracias al truco que me aportó María de cortar parte de la cabeza para aprovechar todo el jugo en la propia cocción de la patata. El aroma solo había que potenciarlo: La introducción de la miel y, sobre todo el azafrán, hacían gran parte del trabajo.
Y, por último, el color. Mi idea era que el plato se “vistiese” con tonos anaranjados y rojos. Creo que el color del plato tiene cada vez más importancia en la cocina; colores, formas y disposiciones que, acompañados de un doble trabajo (de cocina, por un lado, pero también otro más artístico, de querer transmitir algo con ese plato) rematan una experiencia perfecta. A veces, no obstante, es una importancia mal entendida, valiéndonos de artificios para “disfrazar” nuestros platos, para darle una importancia que igual no hemos sabido darle con trabajo en la cocina. Y en eso, creo, los blogueros hemos tenido buena parte de culpa.
De ahí que optase por algo sencillo, sin juegos. Sin lágrimas de balsámico, sin jardines de especias, sin adornos fútiles. Un plato desnudo, porque a veces lo más difícil es ser uno mismo, sin adornos.

Ingredientes (para 2 personas)
6 langostinos
2 patatas
2 dientes de ajo
1 cebolla tierna
1 tomate
Pimentón dulce
Azafrán en hebras
Miel
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Agua
Pelamos las patatas y asamos el tomate en el microondas (unos dos minutos y medio). Lo dejamos enfriar, retiramos la piel y troceamos.
Picamos la cebolla tierna y el ajo. En una cazuela con un poco de aceite caliente, sofreímos el ajo y la cebolla con una pizca de sal y añadimos después el tomate troceado.
Incorporamos las patatas, cortadas en trozos grandes, y una pizca de pimentón dulce. Removemos bien y cubrimos con agua. Mientras, en una sartén, tostamos unas hebras de azafrán poniéndolas en un sobrecito de papel de aluminio durante unos 30 segundos.
Cuando el agua de la cazuela coge fuerza añadimos la mitad del azafrán y reservamos la otra mitad. Pelamos los langostinos, dejando la cabeza y retirando el intestino. Con unas tijeras cortamos los bigotes y parte de la cabeza para que suelte su jugo en la cocción. Incorporamos a la cazuela.
Cocemos hasta que la patata esté tierna y añadimos una cucharada de miel que deshacemos en la cazuela.
Por último, servimos y añadimos el azafrán tostado que habíamos reservado. Además de las notas de color que aportará, hará que nuestro guisote tenga un aroma mucho más profundo.

La recomendación del chef
Los Rolling Stones. Qué decir de ellos. Quizá, en este caso, que es uno de los grupos con las canciones más potentes, que mejor saben sacarle el jugo a unos acordes para hacernos vibrar. Algún día, ojalá, consiga yo el mismo efecto con unos de mis platos. Oh, yeah!
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La receta tiene una pinta buenísima y el concurso debió de ser divertido, ¿no?.
Muy divertido 🙂 Por cierto, ¡enhorabuena! Que ya he visto lo del aceite cornicabra. Esa receta no merecía menos. ¡Olé! 😉
Ummmm… Hay langostinos en mi congelador… 😉
Uy, pues yo ahora tengo un montón de ideas. Si quieres alguna receta, pregunta, pregunta… 😉
Lo bueno de esta receta es que se preparar en un santiamén, que no viene nada mal.