¿Ajo y chocolate? Sé lo que estás pensando. “Este tipo se ha vuelto completamente loco”. Y estás muy equivocado: eso me pasó hace mucho tiempo, no ahora.
Que no digo yo que este plato no sea digno de figurar entre las guarrindongadas de David de Jorge (AKA Robinfood), porque, pensándolo objetivamente, ajo y chocolate son dos productos que uno jamás uniría en sagrado condimento. Pero lo bueno de no tener ni idea de cocina, de ser un cocinero punk y rozar el límite de la cordura es que al no saber las reglas no tienes miedo de romperlas. La ignorancia es atrevida.
Así que hoy, más que receta, os quiero contar este experimento con un resultado sorprendente. Incluso mi chica, más reacia a los experimentos que yo, me reconoció que el resultado había sido sorprendente. Quién lo iba a decir.
La cuestión es que me apetecía prepararme unas sopas de ajo que yo preparo con pan muy duro. Y, en esa situación, solo contaba con unos trozos de pan con chocolate que compré en mi panadería de cabecera, la casita de pan. Era consciente de que, al preparar la sopa, el chocolate se fundiría, pero aun así decidí arriesgarme, principalmente porque el chocolate que utilizan para estos panes es muy puro y sin azúcar.
El proceso, al menos en mi casa, os lo detallo a continuación.
Ingredientes
4-5 dientes de ajo
750 ml. de caldo de verduras ligero
Pan con chocolate duro (aproximadamente unos 50 gr.)
2 huevos
Sal
Aceite de oliva
Cortamos los dientes de ajo en láminas no muy finas y las doramos en una cazuela con aceite caliente. Añadimos el pan troceado y se deja tostar un poco, sin que se queme.

Incorporamos el caldo, tapamos la cazuela y dejamos cocer a fuego medio durante 20-30 minutos. Salamos al gusto, añadimos los huevos enteros, volvemos a tapar y dejamos cocer unos 5 minutos, hasta que cuajen los huevos.
¿El resultado? Pues visualmente lo podéis ver en la foto: unas sopas de ajo que parecen más bien unas lentejas o unas alubias pinchas. El aroma del chocolate impregna el plato y lo hace muy apetitoso (o es que teníamos mucha hambre, quién sabe). Y de sabor, pues todo un descubrimiento. Lo creáis o no (yo nunca lo habría imaginado) el chocolate puro y el ajo se llevan bien. Juntos crean un sabor a medio camino entre las sopas de la abuela y el pan con chocolate de la merienda (de aquellas de las de verdad, no de las de ahora). Y nos encontramos con una sopa que parece un caldo y sabe de maravilla. El reto, probar a hacerlas de nuevo, con pan por un lado y chocolate por el otro. Ya os contaré.

La recomendación del chef
A este plato hay que echarle huevos. Concretamente, dos. Bromas a parte, el objetivo de acercaros esta receta, no muy viable en casa (para aquellos que no vivan en ese estupendo barrio salmantino que es Garrido y no cuenten con una panadería tan rocanrolera como la casita de pan), era el de enseñaros el resultado de un experimento que no contaba, en principio, con motivos para salir bien y, sin embargo así fue. Dios odia a los cobardes, que cantaba Fangoria. Y a la cocina, como a la vida, a veces hay que echarle huevos. A pares.
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La ignorancia es muy atrevida como tú dices, pero también de esa ignorancia y de sacudirse prejuicios han salido grandes platos!!! A nosotros nos gusta probarlo todo ¿Por qué no? Si no está bien, con no repetir es suficiente!.
Eso mismo opino yo. Aún así, esto es quizá de lo más atrevido que he perpetrado. ¡Vivan los experimentos! Y gracias por tus palabras