“El invierno se acerca”, como dirían en una de mis series favoritas, ‘Juego de Tronos’.
Frikadas a parte, sí que es cierto que, lentamente (esperemos que muy lentamente) el verano nos va abandonando. Y eso, al menos en Salamanca, significa que dentro de nada nos va a tocar sacar de nuevo la ropa de invierno (en Salamanca optamos por ahorrarnos la primavera y el otoño y así no tenemos que comprar la dichosa ropa de entretiempo).

Por eso, hay que aprovechar estos días de calor y disfrutar de un helado, postre con el que yo marco siempre el inicio y el final de esa temporada tan sui géneris que es “el buen tiempo”: comienza con el primer helado que me como y finaliza con el último helado que me puedo comer (que, por suerte, creo que no será el de esta receta).
Al hacerlo casero, además, puedes disfrutar de un helado muy sano y natural. Reconozco que es un poco engorroso, más que nada por que hay que removerlo de vez en cuando para evitar que se cristalice, y que no queda tan fino como si lo haces en una heladera (o en la thermomix), pero me apetecía hacerlo de tal manera que cualquiera lo pueda hacer (con una simple batidora). Y sí que os puedo asegurar que de sabor estaba estupendo.
Ingredientes
100 gr. de fresas congeladas.
250 gr. de papaya troceada y congelada.
150 gr. de leche evaporada.
100 ml. de nata montada.
1 cucharada de miel.
1 cucharada de jengibre Gourmet Garden.
1 chorrito de Cointreau.
Comenzamos montando la nata si prefieres hacerla casera. También puedes comprarla ya montada, pero a mí personalmente no me gusta mucho. Sin embargo, reconozco que si no cuentas con un robot de cocina o similar, hacerla y que quede bien puede ser muy difícil.
En la batidora, mezcla todos los ingredientes y bate bien. En cuanto a las fresas, ya sé que ahora mismo es más fácil seguir encontrándolas en el supermercado (las vi el sábado pasado, sin ir más lejos), pero las mías eran de frutería y congeladas, que se mantienen muy bien.
Una vez bien batido todo, metemos la mezcla en el congelador. Y aquí viene la parte más pesada de la receta que, como puedes ver, no tiene ninguna complicación: pasada media hora, saca el helado, remueve bien y vuelve a introducirlo en el congelador. Repite el proceso media hora después, saca el helado del congelador y sirve. Si al sacarlo esta segunda vez todavía no tiene la consistencia de helado, déjalo otra media hora en el congelador tras removerlo, aunque en principio, siempre dependiendo de cada congelador, con una hora de congelador debería ser suficiente.
Como ves, a pesar del engorro que supone estar pendiente cada media hora, esta receta no es nada complicada y puede hacerse en cualquier cocina, así que es una forma muy buena de disfrutar de un helado casero.

La recomendación del chef
Ya que hemos empezado con una frikadita, terminemos esta entrada con otra muy apropiada. Corrían los primeros años de la década de los noventa cuando esta canción se convirtió en todo un éxito y los chavales nos lanzamos, la mayoría de nosotros con bastante o nula suerte, a imitar los pasos de baile de Vanilla Ice. Por cierto, igual es una tontería (más), pero tengo la sensación de que toda nuestra generación (la de los treinta y pico) tenía en aquellos años un compañero de clase que llevaba el mismo peinado que Vanilla Ice. ¿Os pasaba a vosotros también?
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Mira que siempre me quedo con ganas de comprarme la famosa heladera del Lidl, jajajajajaja 🙂
Ya, pero luego, ¿dónde la metes? En Casa tenían una en oferta y estuve tentado, pero en Salamanca la utilizas dos meses al año… Así que de momento, a hacer brazo con los helados caseros 😉