Las mandarinas me recuerdan a las excursiones del colegio.
Porque las madres, en esa sana obsesión por suministrarnos una buena cantidad de vitaminas a diario, optaban normalmente (al menos en mi colegio) por las mandarinas como fruta para meter en la mochila junto con el bocadillo cuando nos íbamos de excursión. Con aquellos bocadillos de tortilla de patata, de pollo empanado y de jamón con tomate. Ay, aquellos bocadillos…
El caso es que buena parte de las mandarinas acababan sirviendo de balón de fútbol improvisado, lamentablemente. Pero la mayoría se comían. Eran fáciles de pelar, sin cuchillo, y supongo que por eso era una fruta tan típica de la excursión. Así que, llegado el momento del bocadillo y dependiendo de la velocidad de las mandíbulas y el hambre, a partir de cierto momento el aire se llenaba del inconfundible aroma cítrico en el breve momento en el que nuestros cuerpos, todavía rebosantes de energía sin límite y libres de preocupaciones, paraban para comernos el bocadillo que no debía volver a casa (bajo pena de bronca materna).
Ingredientes (para 2 personas)
Medio conejo troceado
Corazones de alcachofa
2 mandarinas
Media cebolla pequeña
Ajo picado
Cointreau
Aceite de oliva
Sal y pimienta
El primer paso es macerar en Cointreau el conejo troceado: en un recipiente lo más ancho posible disponemos los tozos y añadimos el Cointreau. Yo no llegué a cubrirlo, porque al precio que está el Cointreau no es plan; además, tampoco es plan de emborrachar al pobre bicho. Lo metemos en el frigorífico y lo dejamos ahí todo el tiempo que podamos (yo lo dejé un par de horas, también puedes dejarlo ahí por la mañana y que macere hasta la hora de comer).

Cuando vayamos a preparar el plato solo tenemos que escurrir las piezas (guarda un chorrito del Cointreau) y las salpimentamos. En una sartén con aceite caliente las doramos un poco y las reservamos.
Para preparar la salsa de mandarina, a ese mismo aceite añadimos cebolla picada y dejamos que se dore. Entonces, añadimos los gajos de las mandarinas cortados en trozos (pero dejamos algunos enteros).
Añadimos el ajo fresco picado, mezclamos bien e incorporamos un chorrito del Cointreau que guardamos antes. Dejamos que reduzca y entonces volvemos a añadir el conejo y unos corazones de alcachofa.
Cuando los corazones estén listos (qué frase más poética) retiramos del fuego y servimos. Yo coloqué en un lazo los corazones de alcachofa, en el medio el conejo con la salsa y los gajos que hicimos enteros por encima. Al otro lado, un poco de arroz cocido con unos trocitos de naranja escarchada que sobraban de las navidades.

Y ya está. Como ves, es un plato muy fácil y rápido de preparar. Porque a veces no hay que complicarse mucho la vida.

La recomendación del chef
No creo que se refiera a este plato Zahara en su canción ‘Olor a mandarinas’. Sí creo que se podría aplicar, volviendo a la poesía culinaria, a ese momento en el que los corazones están listos. Y al momento en el que, con los breves y tímidos rayos de sol de un invierno lluvioso, disfrutas de un plato que huele a primavera y que, quizá por eso, igual no quieres que se acabe nunca.
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Platazo, la verdad es que las mandarinas cocinadas dan un gusto que a mi me encnata. Y preciosas fotos
Al lado de las tuyas no tienen nada que hacer, tengo que trabajar más en eso. Y en lo de las mandarinas tienes toda la razón, le dan un punto a los platos francamente rico.
¡Un saludo!