Mi primer contacto con las cervezas artesanas fue en 2007, en uno de los pubs más antiguos de Gales. Hasta entonces, yo de cerveza solo conocía la rubia, la negra y la tostada, poco más, lo reconozco.
Allí, en aquel pequeño pueblo en una noche de verano inglés (que nosotros como mucho calificaríamos de otoño), en un local no mucho más alto que una cueva, revestido de madera y botellas de mil colores y formas, tomé una pinta de la “cerveza local” (¿cuál?, a saber).
Y aquello era muy diferente a lo que había probado hasta la fecha.
No tenía nada que ver con esta Hobgoblin Ruby, era mucho más amarga y aun así…
Ciertos toques de caramelo y de fruta (pasas, principalmente), el cuerpo ligero, la maltosidad… No lo sé, pero algo me transportó a aquella noche de hace tantos años, en aquel oscuro pub en una noche de verano que perfectamente podría haber sido de otoño.