Llevaba tiempo queriendo ponerme a hacer un tiramisú, sin duda uno de mis postres favoritos.
Reconozco que es una de mis debilidades. Yo no soy muy goloso (me gustan los dulces, pero si me dan a elegir, prefiero salado) pero el tiramisú siempre me ha encantado. Quizá porque, con la mezcla del café y del cacao en polvo puede que no se me antoje tan dulce como la mayoría de los postres, no lo sé. El caso es que quería buscar una receta de tiramisú que me pareciese más o menos tradicional y hace poco di con ésta.
Me gustó por ser una receta original italiana, nada menos que de La Accademia del Gusto de Madrid, y porque además estaba muy bien explicada. Yo no sé hasta qué punto consigo explicar bien las recetas que elaboro para este blog, intento hacerlo con cuidado (no sé si a veces incluso me pasaré dando explicaciones, pero prefiero que sobren a que falten) y me agobio mucho cuando no soy capaz de dar una medida exacta (hay recetas que llevan “un chorrito”, o “un poco” y es que soy incapaz de especificar porque lo hago a ojo o al gusto). Sin embargo, veo un montón de recetas, algunas incluso en libros, donde los pasos se explican mal, o se dan presuponiendo que se cuenta con un gran bagaje (o con una cocina de treinta metros).
No es el caso, la receta está muy bien explicada y cuentas con un vídeo demostrativo, por si quedase alguna duda. Así que, con algunos cambios, me animé a llevarla a la práctica. Os adelanto el resultado: mejorable en cuanto a presencia, pero un sabor exquisito para tratarse de mi primer tiramisú. Está mal que yo lo diga, pero los he comido peroes en unos cuantos restaurantes supuestamente italianos.
Ingredientes
Bizcochos de soletilla.
Café.
250 grs. de mascarpone.
3 huevos.
Brandy (yo utilicé el típico Soberano, a pesar de que ya no está considerado como brandy).
Azúcar.
Comenzamos preparando un buen café. Yo lo hice en mi cafetera italiana eléctrica, que me parece un invento sensacional, a pesar de que la mía, de la marca Fagor, me ha dado un par de dolores de cabeza, más que nada por esta manía, cada vez más extendida en nuestro país, de ser descuidado en el trabajo (la mandé a reparar y volvió peor de lo que estaba) y pasar olímpicamente de los clientes una vez que se ha hecho la venta (momento de desahogo, perdón).
Bien, el siguiente paso es separar las yemas de las claras, pero, ojo, solo vamos a utilizar dos de las claras, mientras que utilizaremos las tres yemas. Batimos las claras a punto de nieve. Yo lo hice con un robot de cocina (el que conseguí gracias al concurso de recetas organizado por la denominación de origen del Queso de Tetilla), un Bosch que es sensacional, me encanta. Es una gozada ver cómo se montan las claras en un momento y sin ningún esfuerzo, con una textura que jamás conseguiría yo de otra manera.
En un bol, batimos las yemas con tres cucharadas de azúcar hasta que hacen un poco de espuma y entonces añadimos poco a poco el mascarpone. Cuando esté bien mezclado, añadimos las claras que montamos antes, también poco a poco, hasta que quede una crema espesa y bien ligada, y le añadimos una cucharada de brandy.
También añadimos brandy, en mi caso, un tapón, al café. Coloqué los bizcochos sobre el molde que utilicé y vertí la mezcla de café y brandy por encima, intentando que todos los bizcochos se empapasen bien. Probablemente sea mejor hacerlo como se especifica en la receta original, uno a uno y mojándolos rápidamente pero el caso es que, probablemente por utilizar bizcochos de soletilla en vez de los savoiardi italianos, no conseguía que quedasen bien, así que al final me lancé a colocarlos primero y empaparlos bien después. Hay que hacer toda una capa y poner también en los laterales del recipiente.
Bueno, pues ya no queda prácticamente nada: añadimos la crema de mascarpone encima de los bizcochos y dejamos enfriar en el frigorífico un mínimo de tres horas. Cuando lo sacamos, espolvoreamos cacao en polvo por encima (cacao, no alguno de esos sucedáneos, por favor; cuando leo una receta de tiramisú con Cola Cao me llevan los demonios…) y solo queda disfrutar.
La recomendación del chef
Podemos disfrutar nuestro tiramisú con el ácido ´Tiramisú de limón´de Joaquín Sabina, una canción relativamente reciente (¿cuánto tiempo tiene que pasar para que un tema se considere un clásico de un artista?) pero que a mí me gusta mucho.
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